miércoles, 18 de febrero de 2015

Hablar y escuchar

"Aquellos que crean tener derecho a hablar, deben entender antes de nada que su derecho conlleva una obligación, la de escuchar" 



Tengo una eterna discursión interna, sobre los derechos y las obligaciones que tenemos las personas cuando hablamos de comunicación. ¿Qué es más importante?, ¿qué tiene más valor? Mi derecho a hablar y exponer mis opiniones con libertad, o la obligación de escuchar lo que los demás tienen que decirme con su misma libertad, aunque no me guste lo que digan.

Si se trata de elegir, la elección parece fácil. ¡¡Me quedo con mis derechos!! Pero la realidad es que la elección es absurda. O al menos es absurda si se contempla dentro de una relación con los otros. Porque no es posible mantener una comunicación eficaz, una relación próspera, una vida de éxito en sociedad, si no somos capaces de disfrutar de nuestros derechos aceptando nuestras obligaciones. Y por tanto no creo que podamos hablar con el otro, si no vamos a ser capaces de escuchar lo que él tenga que decir.

Me ha sucedido recientemente una situación que me ha hecho reflexionar al respecto. He criticado la posición de alguien precisamente por creerse con derecho a hablar, y no asumir su obligación de escuchar. Y yo, ¿a caso he hecho lo mismo? Haciendo autocrítica, creo que sí, que he hablado más de lo que hubiera debido. Aún creyéndome con mi razón en la mano, y haciéndolo en respuesta a una actitud, he caido en lo mismo que he criticado. Que fácil es ver la paja en el ojo ajeno, ¿verdad?

Molestarnos cuando el vecino nos dice algo que no nos gusta, pero a la vez no ser conscientes de que nosotros decimos cosas que molestan a este vecino es una costumbre difícil de quitar. Difícil sobre todo porque como digo conocemos bien nuestro derecho a hablar, pero no tan bien la obligación que tenemos de escuchar lo que el otro tiene derecho a decir. Así que, casi siempre, acabamos priorizando nuestros derechos a los suyos, olvidándonos así de nuestras obligaciones.

Esto, que parece un enrevesado trabalenguas de obligaciones y derechos, no es más que el uso del sentido común, para escuchar y ser escuchado. Vaya, que yo no puedo, o no debo, exigir a otra persona algo que no estoy dispuesto a hacer.  

Me quedo reflexionando con una frase que escuché hace un tiempo, que me gustó mucho:

"Tenemos dos oidos y una boca, para escuchar el doble de lo que hablamos"

La naturaleza es sabia y no hace las cosas por casualidad creo yo. Por eso hoy, aunque sé que no me resultará sencillo, he decidido que voy a poner mi foco en intentar escuchar el doble y hablar la mitad.

¿Dónde pones tú el tuyo?




INgente. Coaching interpersonal & desarrollo integral


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